El hallazgo del objeto 3I/ATLAS, detectado por el telescopio ATLAS instalado en Río Hurtado, Región de Coquimbo, marca un hito importante en la astronomía contemporánea. Este cuerpo celeste, que proviene de fuera del sistema solar, se suma a la lista de los pocos viajeros interestelares conocidos, junto a los ya célebres ‘Oumuamua’ y ‘Borisov’. Este descubrimiento no solo resalta el papel clave que Chile desempeña en la investigación astronómica, sino que también atrae la atención del mundo hacia el potencial de sus cielos despejados, ideales para la exploración del cosmos.
Según el Dr. Markus Rabus, experto en astrofísica de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, la trayectoria del 3I/ATLAS sugiere que nació orbitando alrededor de otra estrella antes de ser expulsado al vasto espacio. Este fenómeno demuestra que, al cruzar nuestro sistema solar a gran velocidad y siguiendo trayectorias hiperbólicas, estos objetos no se encuentran vinculados gravitacionalmente al Sol. Esto significa que 3I/ATLAS no regresará, añadiendo un elemente de misterio a su naturaleza y origen.
Las condiciones singulares de observación en el norte de Chile han sido determinantes para la detección de 3I/ATLAS. El telescopio ATLAS, que se especializa en la búsqueda de objetos celestes en movimiento, ha podido operar en un entorno privilegiado, libre de la contaminación lumínica que afecta a muchas otras regiones del mundo. El Dr. Rabus enfatiza la importancia de la colaboración internacional en el campo de la astrofísica, sosteniendo que cada avance se logra gracias a la unión de esfuerzos entre diferentes observatorios, así como al acceso que Chile tiene a algunos de los cielos más despejados del planeta.
Desde un punto de vista científico, el 3I/ATLAS podría ofrecer valiosas pistas sobre la historia del universo. Pudiendo ser un objeto antiguo, su estudio tiene el potencial de revelar información sobre la composición química de los materiales del universo que existieron antes de la formación de nuestro propio sistema solar. Según el Dr. Rabus, el análisis de este detenido ícono cósmico permitirá comparar procesos de formación planetaria y contribuirá a la comprensión de modelos de discos protoplanetarios, elementos fundamentales en la evolución de los sistemas planetarios.
Por último, el Dr. Rabus aclara que, a pesar de la fascinación que despiertan, estos cuerpos interestelares no deben ser confundidos con naves espaciales o señales de vida inteligente. Son consecuencias de procesos naturales y motivos gravitacionales. Sin embargo, su rareza e intrínseca procedencia se convierten en recordatorios de que no estamos aislados en el universo. Cada descubrimiento de este tipo nos conecta con la vasta historia del cosmos, impulsando así nuestro deseo intrínseco de entender mejor no solo nuestro lugar en la Tierra, sino nuestro rol en el universo en constante evolución.











