Las zonas de bajas emisiones (ZBE) han suscitado un intenso debate en Francia, especialmente en la Asamblea Nacional donde se analiza su posible suspensión. A menudo se han presentado como una estrategia para reducir la contaminación automovilística y promover la sostenibilidad. Sin embargo, un enfoque más amplio revela que las ZBE son una herramienta fundamental para fomentar mobilidades sostenibles. El propósito de estas zonas no es solo disminuir la huella de carbono del transporte, sino reimaginar la movilidad urbana hacia un modelo más saludable y accesible para todos los ciudadanos.
Un estudio realizado en la aglomeración de Grenoble refuerza esta perspectiva, al revelar que solo un pequeño porcentaje de la población se vería directamente afectada por las restricciones impuestas por una ZBE, lo cual sugiere que la mayoría de los habitantes podría beneficiarse de una movilidad alternativa. Con más de cientos de ZBE implantadas en Europa, se ha demostrado que su implementación trae beneficios significativos para la salud pública, tales como la disminución de enfermedades críticas asociadas a la contaminación del aire, como las cardiovasculares.
En Francia, la contaminación por partículas finas y óxidos de nitrógeno representa un grave problema de salud, contribuyendo a decenas de miles de muertes prematuras cada año. A pesar de estas cifras alarmantes, el debate en el Parlamento sobre las ZBE ha generado dudas sobre su eficacia social. Las comunidades más vulnerables, que suelen ser las más expuestas a altos niveles de contaminación, son las que podrían resultar más beneficiadas por la implementación de estas zonas, aunque también se plantea que las ZBE podrían resultar inciertas para hogares de bajos ingresos que podrían no poder permitirse un vehículo más ecológico.
Se ha argumentado que la percepción de injusticia social ligada a las ZBE deriva de la creencia de que favorecen la compra de vehículos nuevos, lo que podría marginar a quienes no pueden darse ese lujo. Sin embargo, la investigación sugiere que es necesario ir más allá de esta concepción. Las zonas de bajas emisiones deben ser vistas no solo como una restricción, sino como una oportunidad para transformar el paisaje urbano y fomentar alternativas a la movilidad individual, invitando a la población a considerar otros modos de transporte más sostenibles.
Para lograr una adopción generalizada y efectiva de las ZBE, es crucial que los legisladores comuniquen claramente los beneficios de estas zonas y establezcan políticas de apoyo adecuadas. Esto incluye el desarrollo de infraestructuras de transporte público accesibles y subvenciones para quienes necesiten adaptarse a nuevos modos de movilidad. En esencia, en un contexto de urgente necesidad climática, las ZBE pueden y deben ser el pilar de un programa ambicioso de movilidades sostenibles en Francia, promoviendo a la vez un entorno más limpio y saludable para todos, especialmente para los sectores más desfavorecidos.